Descarga incompleta.


En un solo día, una mujer tiene que lidiar unas cuantas batallas: estará pendiente del chat de madres de la clase (la clase de su hijo que más le preocupa) para saber si le toca con la compañera que le mordió tres veces en la guardería, o si le tocó con la tutora simpática; estará levantando el mejor muro para defender a la familia contra el aceite de palma mientras hace el menú semanal intentando que no abunden en la cena las pizzas de Mercadona; tendrá cargo de conciencia por la última cena con los amigos y se estará proponiendo firmemente compensar los excesos; tendrá en mente ojear la nueva colección de otoño para traer triunfante a casa la prenda de las rebajas que pueda servir en el fondo de armario; revisará los libros del curso que viene; y se preguntará por qué los blanqueadores de lavar la ropa la dejan más gris; querrá pasar más ratos divertidos con sus hijos y que sus armarios se parezcan a los de Marie Kondo, intentar otra vez la tarta de mojito, no disgustarse porque dos de sus amigas han tomado un café sin ella, encontrar tiempo para aplicarse una mascarilla para el pelo, y buscar el momento de calidad con el amor de su vida... Eso en un día sin problemas y sin contar los que trae consigo el ámbito laboral.
¿Qué necesita esa mujer? Desahogarse, poder llegar a casa, y que ÉL escuche sus problemas, aunque ÉL no los considere importantes; si a ELLA le preocupan ya son importantes. Y ahora viene lo esencial: la descarga tiene que estar completa, es decir, el desahogo durará lo que sea necesario, repetiremos varias veces lo mismo, diremos lo mismo desde distintas posiciones, todas somos iguales, no te creas que eres la más pesada. Pero, ¿cuándo está la descarga completa? Esto es decisivo: cuando nosotras mismas somos capaces de cambiar de tema, sabiendo que podremos volver al mismo en cualquier momento... Prometemos no ser muy pesadas.
Que la descarga esté completa es muy importante: la sensación de descarga incompleta sufrida durante horas, días, semanas o años, lleva a la mujer a sentirse triste, sola, frustrada, irritada, incomprendida..., dando (como diría una amiga muy sabia, Marina, te echaremos de menos) categoría de problema a algo que no la tiene. Por el contrario, sabiéndonos queridas, escuchadas, comprendidas, resultamos divertidas, alegres, emprendedoras: nos sentiremos las más afortunadas del reino.
¿Se lo explicamos a ellos? Why not?

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