Diez minutos.


¡Qué rápidos, o qué eternos pueden llegar a ser diez minutos!

Hoy os quiero hablar de los diez minutos que me hicieron vivir el atentado del pasado jueves como una persona más: asustada, indignada, tristísima, pero no implicada. Porque gracias a esos diez minutos, la madrina de una de mis hijas, la madre de mi ahijado, el primer trabajo de canguro de mi padre en un barco, mi compañera de esta navegación que es la vida, mi amiga, entraba en Las Ramblas diez minutos más tarde. Ella y toda su familia: David padre, David hijo, Pilar, Gonzalo, Álvaro, y mi ahijado Carlitos (tenéis que ver cómo habla italiano). Creo firmemente que, en algún momento, sabremos todos los hilos que hicieron posible esos diez minutos. Gracias, gracias, gracias.

Hace ya algún tiempo que mi estado de whatsapp  me recuerda que Dios no juega a los dados, tiene un plan. En circunstancias como la del pasado jueves, no parece fácil de entender, porque el ejercicio que hay que hacer no es entender, es confiar. Confiar que, cuando por nuestra culpa, por ser libres, provocamos semejantes desgracias, Dios tiene un plan, un plan que dará la vuelta al calcetín, logrando cosas maravillosas de escenas tan dramáticas.

Hay muchos momentos de la vida que no podemos decidir, pero con nuestra libertad sí podemos elegir cómo los superaremos. Y, esencialmente, tenemos dos opciones: con Él o sin Él; ya sabes lo que es más recomendable. Cuando lo veamos con su perspectiva, lo entenderemos todo, y veremos qué bien encajan todas las piezas del puzzle. Pero hoy, ayudarme a dar gracias por esos diez minutos.

¿Nos agarramos fuerte a Él en la tormenta? Why not?

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