Pequeños detalles II: Las invitaciones de boda

Las invitaciones de boda.


Sencillamente, me encantan las invitaciones de boda, en esos maravillosos sobres forrados. La foto es de "La cesta de mi bici": tienen texturas que miman, diseños caprichosos que envuelven y protegen   al momento más trascendental de la vida de dos personas.

Y esa actitud debería durar toda la vida, envolviendo, mimando y protegiendo el matrimonio desde la invitación de la boda hasta el último instante, hasta el último día. Eligiendo la textura que mejor convenga para proteger cada momento, eligiendo tu color favorito o, mejor, el suyo, para  envolver cada esquina de la vida, eligiendo el mejor sobre, el que tenga efecto cobijo-barbour, para proteger el matrimonio de las tormentas que seguro superarás en esa aventura. Y así, esta invitación, a pesar de los años, seguirá en vigor colgada en ese rincón especial de tu hogar donde se recuerda que dos personas prometieron amarse y respetarse, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida.

Estoy absolutamente convencida de que, si cuidásemos los envoltorios, todo se solucionaría de una forma más fácil. Por ejemplo, tenemos que dedicar tiempo para envolver las palabras que decimos cuando queremos corregir una situación de casa: pensaremos cómo, cuándo, dónde y de qué manera lo diremos. Elegiremos el momento más indicado: sin niños, sin abuelos, sin amigos. Escogeremos el momento del día más acertado, y sintonizaremos nuestro mejor tono de voz, sacaremos nuestros gestos más amables y la sonrisa más cautivadora para que, cuando expliquemos la situación que no nos ha gustado, la otra persona nos vea como un compañero del mismo barco que quiere solucionar juntos los problemas para poder navegar mejor. Cuanto más frágil sea la situación, con más mimo y precaución trataremos el mensaje, como si envolviésemos cristal, con mucho cuidado, para que no se rompa nada, y para que nadie se haga daño. Hay que recordar que cualquier problema en un matrimonio tiene solución (salvo situaciones excepcionales), a no ser que uno decida que no quiere solucionarlo.

Esta semana me encanta hablar de bodas, porque hace veinte años de la mía. Y quiero darle a él las gracias por hacer la apuesta de su vida a una casilla: la mía. Por ser la manta que más me abriga, por ser la medicina esa... que me lo cura todo, por ser mi lugar favorito en el mundo donde cojo la mejor perspectiva de todo. Toda la vida... me sabe a poco. ¿Se podrá pedir la eternidad?

¿Envuelves tu matrimonio en su color favorito? Why not?

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