Soltando amarras...sin epidural.



Soltando amarras..., sin epidural.

Que los niños vienen para estar un ratito, lo sabemos. Mi consejo: no parpadees demasiado. Que es ley de vida, lo asumimos, y hasta nos descargamos esta app en el paritorio pero, ¡hasta cuándo habrá que pasar esto sin epidural!

Creo firmemente que tengo que educar a los hijos con alas grandes, muy grandes, fuertes, para que en cuanto puedan vuelen, pero que vuelen alto, muy alto, que la meta es el cielo. Y dejar en el disco duro de su memoria recuerdos de una infancia segura, acogedora, que sea el lugar perfecto para volver a acurrucarse. Y ponernos muy serios cuando les recordemos que, hagan lo que hagan, decidan lo que decidan, aquí siempre tendrán su estantería, aunque sólo vengan a desordenarla.

A mi renacuaja, qué voy a decirle: gracias, gracias, gracias, por ayudarme tanto en este hogar que tú ayudaste a crear; pedirte un oceáno de perdones por los miles de mares adonde no llegué. Decir que estoy orgullosa de ti..., me sabe a poco. Creo que me tendré que conformar con decir que es un privilegio ser tu madre..., y se queda pobre.

Les damos alas fuertes y un disco duro lleno de recobecos para acurrucarse, mientras esperamos la epidural para soltar amarras. Why not?

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